Lo mejor del mundo

domingo, 31 de marzo de 2013

Dieciocho, dieciocho, DIECIOCHO!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Esta historia me gusta!!!


Amarillos como el sol (Diciembre de 1983)
Historia de Samanta
Había visto al pasar varias veces a un chico con los ojos tan amarillos como el sol podía serlo, sus cabellos eran negros y tenía una sonrisa oculta en la comisura del labio. Ella lo notaba, a ella le encantaba lo misterioso de aquel chico que nunca sonreía para los demás solo para él mismo y para ella que lo notaba.
Estaban cerca de navidad y como organizaban una fiesta para todos esa sería su oportunidad para hablarle.
 Para su edad era extraño que un chico le atraviese de esa forma, sobre todo alguien como él. Según sus compañeras de cuarto los chicos eran tontos, pero luego se contradecían al fijarse en Joshua. El chico más arrogante, tonto y malo de todos. Sam era rara según sus mismos ojos y por ende sentía una atracción enorme hacía lo desconocido maravilloso. Cada vez que lo veía, su vida pasaba frente de sus ojos tenía esa sensación de desfallecer, pero luego alguien la distraía y volvía a esa realidad horrible en las que sus tías la habían puesto.
Era de mañana y todos se dirigían al comedor para desayunar.
Sam corría entre la gente, era viernes eso significaba que servían la comida preferida de ella, chocolate caliente y medialunas con almíbar. Quería llegar a las primeras, las calientes.
Estaba a punto de llegar cuando chocó contra alguien.
-Lo siento tanto por favor perdóneme- Dijo apresurada y se fue sin escuchar realmente quería desayunar.
-No hay problema- Dijo a la nada, el chico, con una voz sería.
Con la felicidad de haber llegado a las medialunas calientes y al chocolate más espeso, se sentó en una mesa alejada del resto, pero cerca de la ventana que tenía la mejor vista. Era la primera vez que podía sentarse en ese lugar, dormía tanto que nunca llegaba a los mejores lugares.
Mientras disfrutaba su desayuno escuchó una voz ajena a sus pensamientos, pero no se molestó en levantar la vista para verlo.
-Disculpe- Sam lo comparo con la voz de una muerto-¿Puedo sentarme con usted?- Maldijo en su interior quería estar sola. Tal vez si fuera ese chico, solo tal vez en esas circunstancias se llenaría de alegría.
-Adelante- Dijo sin mirarlo, si no lo hacía tal vez podía olvidar su presencia. Sí no hablaba, pero no parecía ser un chico hablador.
-Gracias- Esa fueron sus últimas palabras porque una vez se sentó no hablaron más.
Él termino mucho antes, al hacerlo se fue.
La semana fue una locura, cosa que no hacía feliz a Sam. El tema de navidad siempre era una locura todos estaba locos preparando el lugar, las chicas cosían sus vestidos con las telas que traían las monjas, los chicos buscaba su traje entre la ropa de caridad.
Y Sam solo se dedicó a preparar el momento en que le hablaría, pero no quería arreglarse de ninguna forma en especial. Eso sí quería saber exactamente que diría.
El viernes otra vez corrió para poder llagar a sus medialunas. Cuando por fin las tuvo observo el lugar quería encontrarlo y hablar con él, pero no lo vio.
Pudo volver a sentarse en ese lugar tan lindo cerca de la ventana, pero extrañamente aquel chico no apareció.
Era ya la noche y no había podido encontrar a ese tan lindo chico de pelo azabache y ojos amarillos. Frustrada consigo misma salió al patio excluyéndose de las personas que no le importaban.
Se sentó en los columpios y miro la luna que estaba tan hermosa como la última noche que sus padres le dijeron algo. Escuchó pasos, pero no se molestó en preguntar, aunque esa voz de la otra vez si lo hiso.
-¿Puedo sentarme junto a ti?- Le disgustaba esa voz ¿Por qué era esa voz y no otra? ¿Tanto le costaba a dios mandarle a su chico ideal?
-Adelante- No pudo ocultar su enojo.
Oyó como se sentaba, suspiró. Él volvió a hablar.
-¿Cuál es tu nombre?- Preguntó con esa voz tan peculiarmente seria.
-Samanta…- Lo dudo no quería saberlo, pero le había enseñado a ser cortes-¿El tuyo?- Dijo al fin con mala gana.
-Alex…- Pensó por unos minutos-Alexander- Exclamó finalmente. Fue cuando ella notó en su voz algo de nervios.
No puede ser cierto, pensó. Era una broma jugada por los dioses.
-¿Por qué no estás en la fiesta?- Preguntó, más por decir indirectamente que se fuera, que por que realmente quería saber.
-Te… buscaba- Contestó. La cara de Sam se desfiguró.
Lo miró porque pretendía deshacerse de él.
-¿Qué…?- Quiso hablar, pero al verlo mejor quiso llorar y pedir disculpas un millón de veces. Sin notarlo de quedo boquiabierta, era él. El chico de ojos amarillos.
-¿Estas bien?-Preguntó asustado.
Se quedó mirándolo por unos segundos, las damas de blanco estaban frente a sus ojos. Estaba tan feliz, volvió a escucharlo y dijo:
-Perdón. Yo también te buscaba- Confesó sin poder retenerse.
-¿Y… por qué me buscabas?- Preguntó feliz y ella sintió ver que sonreía.
-Porque… quería decirte que me… acompañaras esta noche- Su voz temblaba.
-¿Entonces estas contenta?- Se acercó a ella sin pensarlo.
-Sí, mucho- Al notar que cada vez se acercaba más suplicó, aunque no era necesario-Bésame Alex-
Y para ambos fue su primer beso, ya que él no lo pensó dos veces.

Espero que te allá gustado.
Mañana: "Un Corazón"
Te amo mucho!!!
Mio

sábado, 30 de marzo de 2013

D-I-E-C-I-N-U-E-V-E!!!

Si!!!!!
Otra de mi Alex. Acá es un poco más... Tierno, pero solo un poquito ^^jijijiji


La Cruda realidad (18 de febrero de 1982)
Historia de Alexander
No había pasado ni un mes desde su llegada y la mayoría de los vecinos se quejaban de Alex. Nadie entendía el porque era tranquilo, inteligente, respetuoso. No hacía nada.
-¿Padre jugamos al ajedrez?- Preguntó contento.
Hacía mucho que su padre no llagaba tan temprano, quería aprovecharlo. Edward acepto adoraba pasar tiempo con su hijo y cansado nunca estaba, los trabajos de los hombres eran muy fáciles para él.
Cuando Carol llegó la escena era muy dulce. Eran tan unidos.

La mañana del día siguiente Alex despertó solo, (como siempre) pero esta vez sintió realmente esa soledad. Se levantó algo dormido y luego de cambiarse se fue al comedor.
-¡Buenos días, Alex!- Gritó una niña.
Era tan dulce y bonita. Hacía que Alex pudiera ser él.
-Buenos días, Lili- Dijo amablemente, pero sin perder ese tono aniñado que solamente le mostraba a ella.
-¿Hoy, amaneciste bien?- Preguntó la adorable pelirroja.
-Sí, algo solo, pero estoy bien- Contestó-¿Y vos Lili?- Agregó.
-Bien, hasta que mi mamá volvió a retarme- Dijo algo triste.
Odiaba verla así, sobre todo porque sabía que él era la causa. La tomó de la mano.
-Ven conmigo quiero mostrarte algo- Dijo y corrió hasta donde estaba la madre de Lili-¿Disculpe, señora?- Le dijo con un tono dulce.
-Otra vez tú ¿Qué quieres sacarme ahora?- Al voltearse vio a Lili- ¡¿Lilia, que te dije de andar con este chico?!- Gritó furiosa.
-No se preocupe más, a partir de ahora ser bueno y le devolveré todo, pero por favor no rete más a Lili por estar conmigo ella es la única en quien confió- Dijo algo triste. La mujer no pudo evitar ceder.
-¿A ti te gusta estar con él no mí Lilia?- Preguntó La mujer.
-Sí, es mi mejor amigo- Y sonrió.
Era tan alegre que a todos los que vivían en el conventillo alegraba juntó con ella.
-Entonces vallan a divertirse, pero Alex acuérdate de tú promesa- Exclamó la mujer alegremente.
Se sentaron en la pequeña fuente que había en medio del gran patio.
-¿Qué te gustaría hacer?- Preguntó Alex.
-Quiero que le devolvamos sus cosas a los dueños- Dijo alegre. Ambos sonrieron.
Entraron en el cuarto de la familia de Alex y comenzaron a buscar todo.
Miles de bolsas después.
-¿De dónde sacas tantas bolsas? Son muy caras- Dijo sorprendida.
-Mi madre trabaja en una fábrica de plásticos. Me trae porque les hacen diseños lindos- Dijo mientras se sentaba en la cama. Extendió un bolsa te tenía bajo la cama luciendo la imagen de un conejo.
-Es muy tierno. Es hermosa- Exclamó acercándose a él.
-Esta una de mis favoritas- Y sonrió- Pero quédatela si te gusta mucho- Le dijo entregándosela en las manos.
-Gracias- Dijo y besó su mejilla.
-De, de nada Lili- Dijo sonrojado. Ella rio.
-¿Por qué no nos vamos ya a devolver todo esto?- Lo tomo de la mano y se acercaron a la carretilla que Lili había traído.
-Metamos todo aquí- Exclamó Alex. Y comenzaron a cargar todo.
Se la pasaron toda la tarde devolviendo todo. Y Alex se encargó de pedir disculpas.
La hora de dormir llegó muy pronto, así que se despidieron.
-¡Es hora de entrar Lilia!- Gritó la robusta mujer.
-Chau Alex te veo mañana- Dijo luego de darle un beso y se fue.
Los padre de Alex no habían llegado, así que se durmió (como pudo) solo.

Todo fue normal hasta que un día.
-¡Sos un mocoso mal agradecido!- Gritó la madre de Lilia al entrar en la habitación de la familia de Alex.
-¿Qué pasó señora?- Dijo Alex sobresaltándose.
-Madre- Exclamó acercándose a ella.
-Este mocoso nos volvió a robar- Acusó con furia.
-Mamá él no fue estuvo… conmigo- Dijo sonrojada.
-Le juro que no toque sus cosas- Dijo triste.
-¿A sí y eso que es?- exclamó acercándose a la mesa de luz donde detrás de la lámpara había un collar.
-Esto es mío- Dijo furiosa-¡Me cansaste, voy a llamar a la policía! ¡Ven conmigo!- Gritó tomando la mano de Lilia.
-Mamá él no hiso nada. Mamá vasta, por favor- Tironeaba para soltarse, pero su madre era muy fuerte.
Alex se tiró sobre la cama a llorar. No había hecho nada, porque jamás hacía nada. Tampoco en ese momento pudo hacer nada.
Dos horas después las sirenas lo despertaron. Se levantó con pereza y se sentó en la fuente con una cara que solo le había mostrado a aquel hombre del barco.
Los policías entraron. Todos salieron al patio asustados menos la madre de Lilia, quien se acercó a los guardias y acusó a Alex de robo.

Cuando estaba subiendo a la patrulla sus padres los detuvieron, pero no sirvió de nada no tenían poder.
-Alex- Dijo Carol extendiendo sus brazos. Alexander se soltó de sus captores y corrió a su madre-¿Qué sucedió? ¿Adónde te quieren llevarte?-
-Tranquila madre, solo me llevaran a un orfanato- Dijo tragando sus lágrimas.
-¡¿Pero qué les pasa?! ¡Tiene padres!- Gritó Edward.
-Sí pero este niño no está en buenas condiciones, ya que es la habitación más precaria sin mencionar que pasa todo el día solo aquí…- Dijo un hombre bigotudo asomándose entre la bruma de la noche.
-Y no se olvide que este niño me robo- Exclamó la mujer saliendo de la casa con Lili tomada de la mano.
-Señora por favor entre- Se dirigió a la mujer. Quien obediente entró.
-¡Perdón Alex!- Fue lo único que pudo y llegó a decir sollozando Lili antes de entrar.
-No importa- Susurró al viento Alex.
-Señores yo sé que les duele y les molesta, pero deben entender que los niños necesitan la presencia de sus padre- Dijo el comandante tomando la mano de Alex.
-Pero estar en un orfanato no será mejor- Dijo Edward aun enojado, pero hablaba con seriedad.
-No en el orfanato que yo conozco, ahí lo atendrán como un rey- Dijo seguro El hombre.
-Está bien, pero no quiero que lo adopten- Condicionó Carol.
Edward la puso de espaldas al hombre y dijo confundido:
-¿Qué haces?-
-Ed, piénsalo mejor. Podríamos ganar mucho más dinero y además podríamos visitar a Amelia. Yo sé que Alex estará bien, además no sirve pelear se lo llevaran de todos modos, queramos o no- Dijo Carol perdiendo un poco su humor.
-Tienes razón- Aceptó Ed. Vieron al policía y asintieron.
En la despedida con Alex le explicaron cómo sería todo y sobre todo le aseguraron que volverían a buscarlo.
Alex sin decir nada y obviamente estando en desacuerdo con todo lo que habían decidido, subió al auto. Se despidió de sus padres y se escondió en sus rodillas no querían que lo vieran llorar.
-Si va estar estupendo, Carol- Exclamó Ed al ver a Alex.
-A mí me duele más que ninguno. Vamos entremos ya- Dijo llorando, aferrándose a Edward.
Al llegar al orfanato bajo de la patrulla y siguió al hombre dentro del lugar.
-¿Otro más? Hace poco me diste a la niña- Dijo en tono de broma. Sonrió y le tomo la mano a Alex.
-Necesito que no esté en las listas de adopción- Dijo sonriendo.
-Claro, de todas formas no hemos tenido clientes en un tiempo- Dijo entrando con Alex- Adiós- Dijo feliz la monja.
-Gracias y adiós- Exclamó y se fue.
La mujer lo llevo hacía una habitación, él entro y sin saludar a sus compañeros se acomodó en una cama. Se quedó en silencio, no fingiría ser amable cuando no quería.

Una hermosa historia, para mañana: "Amarillos como el sol"
Te amo mucho!
Mio

jueves, 28 de marzo de 2013

Veinte!

Esta historia me gusta mucho es un Alex que admiro, es muy especial. Adoro a este personaje.


Un Viaje sin Olvido (1982)
Historia de Alexander
-Madre ¿A qué hora sale el barco?- Preguntó impaciente. Era la primera vez que se iban del continente. A él le gustaba este lugar ¿Por qué irse? Tal vez era el único, mucha gente se marchaba como ellos tres.  No lo convencía, además, la idea de partir en la noche.
Para la clase baja los trolebuses de carga era lo más accesible, obviamente era ilegal y se iban del país sin reglamentación o permiso del estado. Tenía que ser rápido, en la noche y con poca cantidad de personas.
-Alexander, toma mi mano y no la sueltes. No quiero que te pierdas entre tanta gente- Dijo su madre algo asustada.
Era peligroso todos lo sabían.
-Amor, apurémonos si no subimos ahora tendremos que esperar dos meses hasta el próximo trolebús- Exclamó agitado su padre.
Los tres tomaron fuertemente la mano del otro y corrieron con todas sus fuerzas. Chocando a todos lograron entrar. Una vez arriba los acomodaron en un camarote y ahí se asentaron.
-Es muy grande- Dijo Carol arrojándose en la única cama de dos plazas.
-Sí, más grande que nuestra antigua casa- Comentó Edward.
El niño se trepó a una litera y se tuvo del lado de la pared donde justo había una pequeña clara bolla. Desde ahí veía a la multitud intentando entrar en el barco, que perecía ya estar lleno porque nadie podía entrar ya.
-¿Alex, te sientes bien?- Sintió la voz de su madre. Volteó.
-Sí, solo estoy algo agotado madre- Contestó con una voz apagada, mucho más triste que siempre. No era su culpa realmente se sentía cansado, pero no por el viaje o porque realmente ese día se había hecho mucho, sino porque era de cansarse porque sí, nunca le hallaba razón al estar tan cansado todo el tiempo. Se sentía pesado, adormilado, como sí no hubiera dormido por semanas. Cuando solía dormir más de lo común.
-Ven Alex, dormí conmigo- La voz de su madre lo hacía sonreír, sobre todo cuando era tan dulce.
Bajó lo más rápido que pudo y se tiró junto a sus padres en la cama. Carol comenzó a acariciarlo, rápidamente se durmió.
Eran las doce del mediodía cuando Alex despertó. Sus padres seguían junto a él, estaban mareados. Se levantó avisando que se iba al comedor.
Caminó hasta salir de esa especie de laberinto blanco que le daba escalofríos. Llego al comedor donde todos lo miraron al entrar, no tenía miedo estaba acostumbrado.
-Hola ¿Puedo retirar mi almuerzo o tienen que estar mis padres?- Dijo serio. No le agradaba estar con ese tipo de carácter todo el tiempo, pero cómo se suponía que le hablara a un hombre que no conocía. Sin mencionar que era un jovencito.
-No- Exclamó extendiendo un gran cucharon lleno puré.
Tiró el mismo sobre un plato, sirvió pescado y lo colocó en la bandeja que llevaba Alex. El niño se sentó en una mesa solitaria y comió sin decir palabra.
Las horas que transcurrían en el barco eran pesadas, aburridas. Él había encontrado una buena forma de distraerse, pero de mucho no servía tirar cosas al mar.
-¿Qué haces, nene?- Al escuchar esa voz tan profunda se volteó.
-Pasó el tiempo- Dijo mirando al hombre a los ojos.
-¿De dónde sacaste todo eso? ¿Lo robaste no?- Lo acusó muy enojado.
-No robe nada lo gane- Dijo Alex.
Por supuesto Alex decía la verdad, jamás robaría nada qué razones tenía. Ganó todo sin trampas, nadie sabía jugar al ajedrez.
-Pendejo, mentiroso. Quiero que me des ya los aros que le sacaste a mí esposa- El hombre lo sujetó y levantó.
-¿Señor, me va a pegar?- Preguntó inocente.
-Sos un idiota, pendejo. Te dije que me dieras los aros- Dijo casi gritando.
-No puedo las tire- Mintió, justo esos aros se los guardo para su madre.
-¿Así y si te tiro?- Amenazó. Lo paso por la baranda, dejándolo colgar con caída directa al agua.
-Puede hacer lo que quiera- Exclamó con una sonrisa sería.
-Ah sos vivo, bueno te tiro total parece que tus papas se olvidaron de voz- Y lo soltó. Lo miró hasta que entro en el agua pegó una carcajada diabólica y se volteó a un riendo descostillado.
Abrió los ojos y lo vio parado mirándolo con la misma cara inexpresiva que usaba. El hombre se quedó paralizado no podía entender lo que sucedió, no sabía cómo él había llegado ahí.
-Me mojo todo, señor. Además yo no hice nada malo- La tristeza que se reflejaba en su voz daba un poco de miedo.
-¿Cómo?- Preguntó atónito el hombre.
-No me va a creer- Dijo y se fue. No le servía de nada pelear con alguien así.
No volvió a salir del camarote sin sus padres.
Cuando tocaron tierra se hospedaron en un conventillo, al muy común de esa época. Su habitación era muy chica, pero se habían acostumbrado.
-Madre, tengo un regalo para voz- Dijo sentado sobre la cama.
-¿Sí mí amor?- Preguntó sentándose junto a él.
-Tengo un regalo para voz- Y le entregó los aros-Se los gane a una señora en un partió de ajedrez-
Ella sin preguntar nada lo abrazó en señal de agradecimiento.

"La cruda realidad" otra historia de mi bello Alex.
Te amo!!
Perdón por publicarlo tan tarde
Mio

miércoles, 27 de marzo de 2013

21 O.O aaaahh!!!!!!!!!!!!

Aca esta, la historia de la pequeñita Sam. Me da tanta pena... Era muy feliz, pero si no hago esto no conoce a Alex así que agua y ajo. jajaja
Sí te quedaste con la intriga de porque los mataron.... vas a tener que esperar a la próxima historia de Sam.
jajajaja amo la intriga. jiji Perdón es que si no le dejo esa intriga no tiene mucho sentido.


Como el Rojo de un Vestido (1982)
Historia de Samanta
Eran como las diez de la mañana, las ventanas estaban abiertas de par en par, provocando, así, que la luz bañara la gran habitación.
La niña de casi 10 años que dormía entre las mullidas colchas. Despertó, pegando un gran salto de alegría, ya que ese día era su cumpleaños.
 Una vez lista bajo corriendo las escaleras. Al llegar a la habitación de sus padres, se lanzó sobre la cama, gritando:
-¡Buen día!-
Al sentir húmedo en la cara se levantó un poco y al ver mejor la escena se quedó inmóvil. Ni siquiera las lágrimas salieron…   
Semanas antes:
Caminaba por el parque como de costumbre. Le encantaba ver las rosas que crecían en el jardín, sólo había de un solo color, pero a ella le encantaban. Azul, un azul tan profundo que cualquiera sería atrapado por su inmensidad. De repente.
-¡Mi amor, Samanta!- La voz de su madre la hacía sonreír. Corría entre los rosales rasgando sus medias y ensuciando sus zapatos, pero no le importaba ya que cuanto más rápido llegara a los brazos de su madre, más feliz estaría.
-¡Madre!- Grito antes de lanzase en sus brazos. La mujer rubia de ojos azules rio.
-Jamás cambiaras hija- Apartó un poco a su hija para ver cómo había quedado su ropa -Hija- Dijo entre risas -¿A qué se debe esta pinta?-
La niña se observó con determinación. Estaba muy sucia, hasta su vestido rojo lleno de volantes había quedado marrón. Se sonrojo.
-Lo, lo ciento madre- Miró hacía el piso, apenada, pero enseguida sintió una mano dulce sobre su cabeza. Sonrió.
-Bueno, amor ven que te vestiré. Saldremos un rato- La mujer de rostro perfecto, sonrió.
-Sí, madre- Tomó su mano. Ambas entraron en la casa.
Aquella casa era muy grande, demasiado para sólo tres personas. Sus puertas (como toda casa de esa época) median más de dos metros y estaba llenas de tallados muy elaborados.
Comenzaron a subir las escaleras, las cuales eran de color blanco perla. Luego de atravesar un gran pasillo (lleno de puertas) llegaron a la habitación de la pequeña.
La niña se sentó en su cama ya en lencería.
-Madre, ¿Cuándo podre usar corsé?- Y ella miró a su madre, que estaba revisando el gran armario.
-Aun no mi niña, eres muy joven y te lastimaría- Dijo tranquila y dulce. La pequeña castaña se desilusionó.
La mujer se acercó a ella con un vestido corto (hasta las rodillas) color rojo y un gran moño blanco. Solía usar vestidos rojos así que le pareció muy buen idea. Al estar completamente cambiada se fueron a la plaza. A aquella que le gustaba mucho a Sam, porque una vez hace no mucho tiempo en el centro de esa plaza ella había visto la belleza del mundo.
Cuando llegaron se dirigieron al mercado. Había mucho que comprar hoy vendrían invitados. El mercado estaba repleto de frutas, verduras, leche fresca. Cualquiera que tenga un poco de plata se haría un festín de lo más delicioso.
Las compras duraron lo suficiente como para generar el hambre en las dos, así que volvieron para poder comer algo.
Luego de almorzar, las horas de espera esta que los invitados por fin llegaron fueron casi palpables por la lentitud que prestaron. Las mujeres que cruzaron la puerta principal eran las tías de Sam, las cuales parecían venir por el cumpleaños de la niña. El que sería dentro de dos semanas.
Eran amigables y graciosas, pero no se podían ganar la confianza de Sam, quien no había hablado desde la llegada de las extravagantes señoras. Pasaban todo el día con ellas y las ayudaban en todo.

-Bueno, nena- Dijo la más gorda de las mujeres-Tú cumpleaños será mañana ¿Qué vas a hacer?- La miró atenta, pero Sam solo le devolvió la mirada.
-Esta niña es muda ¿No Caterina?- Dijeron las tías de Sam simultáneamente.
-Sí, he aprendido a entenderla con los años- Dijo Caterina sonriéndole a Sam.
Habían aprendido a ser cómplices de todo, ya que pasaban la mayoría del día solas.
-Hola familia- Dijo el padre de Sam al entrar en la sala de estar. Sam corrió a él y lo abrazo-Hola mi amor ¿Qué tal tú día?- Preguntó con voz melodiosa.
Ella asintió en señal de que había estado todo bien.
Todos se sentaron a la mesa. Una vez terminaron de comer Caterina llevo a acostar a Sam.
-Mamí, no confió en esas mujeres- Dijo mientras su madre le colocaba la piyama.
-¿Por qué desconfías de tus tías?- Preguntó muy serena. No le molestaba en lo absoluto le que su hija le planteaba.
-Porque son muy cuidadosas cuando hablan y siempre ríen nerviosas- Dijo la niña acurrucándose en la cama.
-¿Tú sola notaste todo eso?- Estaba sorprendida por todo la que du hija había descubierto sola.
-Tengan cuidado, mami. No quiero que les hagan daño- Abrazó a su madre y la besó en la mejilla. No pudo evitar despedirse disimuladamente-Te amo mucho mami, que tengas buenas noches ¿Podrías darle muchos besos a papi de mí parte?- Caterina la volvió a recostar y con un beso en la frente le dijo que sí, luego se retiró sin decir palabra. Entendía lo que su hija pensaba, pero se encargaría de que su despedida allá sido en vano.
La niña no podía dormir estaba nerviosa y tenía mucho miedo. Se sentó en la cama pero era en vano no podía escuchar que se hacía abajo y tampoco dormir.
Las horas pasaron y con un poco de esfuerzo la durmieron.

El medio día de su cumpleaños
-¡Señor en la casa había una niña!- Gritó un policía mientras salía de la gran casa con la niña en brazos.
-¿Una niña?- Preguntó un hombre bigotudo-¿Y esta quién es?- Volvió a preguntar, pero esta vez lo hiso al par de gordas mujeres que tenían en el auto.
-Es nuestra sobrina- Contestó la hermana más gorda ya que la otra lloraba a mares.
-¿Dejaron a una niña huérfana? Malditas hijas…- Estaba por maldecir, pero él joven que llevaba a la niña lo interrumpió.
-Sí señor, una niña pequeña- Dijo algo triste.
El comandante serró la puerta con fuerza.
-Me las vigilan- Gritó a los demás policías. Se volteó y al verla se espantó ya que estaba llena de sangre.
Miró al joven junto a ella.
-Vio señor- Resaltó.
-¿Dónde estaba?- Preguntó el comandante.
-En el baño de la habitación de las víctimas- Exclamó.
-Hola nena- Dijo agachándose para verla mejor-Necesitó…- Sam lo interrumpió diciendo sería, pero estaba muy asustada:
-Mi nombre es Samanta Meins, tengo hoy diez años de edad- Respiro profundo y lo miró asustada.
-Muy bien. Vendrás conmigo, te voy a llevar al mejor lugar que conozco- Y le sonrió. Ella no estaba acostumbrada a tratar con extraños, pero ahora todos lo serían, debía cambiar.
Varios kilómetros después llegaron a un gran edificio.
-Aquí es ¿Te gusta?- Preguntó el hombre.
Ella miró atentamente el lugar y sí le agradaba.
-Sí- Contestó cortante.
El comandante la bajo y la llevó adentro del gran palacete. Una señora muy bonita se acercó al verlos entrar.
-¿En que lo puedo ayudar?- Cuando se acercó a ellos noto como estaba Sam-¡Dios mío!- Gritó la monja-¿Qué le ocurrió a esta pequeña, oficial?-
-Hace unos minutos la encontramos en una casa de ricachones, mataron a sus padres- Dijo él.
A Sam le dolió tanto escucharlo que sintió que su corazón se paraba por unos minutos.
-Se quedara aquí, tranquilo yo me encargo de hablar con la madre superiora. Vuelva a su trabajo-Exclamó la mujer tomando a Sam de la mano.
-Muchas gracias. Chau nena- Dijo antes de retirarse.
-¿Tú nombre, pequeña?- Preguntó la señora.
-Samanta- Exclamó sería.
-Bienvenida Samanta- y le dedicó una sonrisa muy cálida

"Un viaje sin olvido" Para mañana, historia de Alex ^^
Te amo mucho onne!! 
Mio

martes, 26 de marzo de 2013

Dos y Dos!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Jajaja... una linda historia cortita de Alex con un lindo dibujito.





















Perdón que se vea tan clarita la foto la saque con el celular, pero me gusto y quería darte una linda sorpresa. Ademas por que la historia es muy corta y tenía que compensarte.


El Primer Amor (1979)
Historia de Alexander
Como todo niño él tuvo su primer amor por supuesto ella era su amada madre con la que pasaba la mayor parte del día.
Con ella se sentía seguro, sabía que podía confiar en ella la quería más que a su padre, pero quien no querría más a Carol, en vez de a Edward.
-Mami- Dijo el niño riendo. Hace rato que le hacía coquillas.
-No, no el nenito se portó mal- Dijo riendo a carcajadas.
Siempre solía ser así. Divertido, emocionante.
Como si todos los días fuera una aventura.
-¡Te voy a atrapar pirata ladrón!- Gritó Carol corriendo a Alexander por la pequeña casa.
-Jamás- Él reía a carcajadas y corría lo más rápido que le daban las piernas.
Gracias a ella se acostaba tarde los fines de semana y  siempre aprendía cosas nuevas a ella le encantaba leerle.
Le prestaba toda la atención que podía, porque al no tener mucho dinero Carol y Edward debían trabajar. Tenían muy poco tiempo para dedicarle a Alex.

Él salía del colegio y esperaba a su padre, luego caminaban a su casa y charlaba con él.
Al llegar se sentaba a leer con Carol en el sofá cama que había en la habitación, cocina, living y a veces era el comedor. Pero eso no era importante, estaban más juntos de esa forma.
-Había una vez una coneja que amaba saltar, pero ella de las más rápidas o agiles y se sentía sola. Todos sus amigos amaban hacer carreras de largas distancias, pero ella no podía recorrer mucho porque rápidamente se cansaba y todos se burlaban de ella. Un día la conejita conoció a un conejito más rápido y ágil que todos los demás. Todos lo retaban a correr y él siempre ganaba…- Leyó ella con mucha alegría.
-¿Y qué pasó después?- Dijo él emocionado.
-¿Tú que crees que pasó?- Preguntó emocionada.
-Que… el conejito y la conejita corrieron y el conejito la dejo ganar para que todos la quisieran- Dijo feliz.
-Muy lindo final, hijo- Su sonrisa era perfecta. Era tan feliz, pero su hija… la extrañaba mucho.
Comían la poca comida que tenían y lo llevaban a una guardería. Donde pasaba su tarde. A la tarde casi de noche lo buscaban y se lo llevaban a la casa.
Él se acostó. Mientras sentía las suaves carisias de su madre logro conciliar el sueño… Así terminó su día.

Mañana vas a leer: "Como el rojo de un vestido"
Esta hace mucho la escribí y es sobre Sam... Y no digo nada más porque sino la arruino.
Te amo mucho!
Mio

lunes, 25 de marzo de 2013

Vein-ti-TRESSS!!

Bueno acá esta la historia de Alex... la deje en suspenso para que esperes con ansias la proxima.


Eran solo niños (1978)
Historia de Alexander
Ellos eran frágiles y pequeños como lo pueden ser un par de niños de tres años, un par de rubios muy consentidos por ser los primeros. Pero no todo siempre es miel sobre hojuelas.
-¡No papí!- Gritó uno pequeño.

Él tenía cinco años, hijo único, niño prodigio. Sus padres eran muy buenos con él.
Eran bastante pobres, pero nada les importaba si estaban juntos.
-Ma, mira. Que linda estrella- Se podía ver al niño jugar en el patio.

Era una tarde como cualquier otra. Esta era la cuarta o quinta que se mudaban de  un país. Como era de esperar su madre, en su primer día de clase debía hacer amigos, pero que menos quería el niños que hacer amigos.
-Que tengas buen día, mi amor- Dijo la mujer dándole un beso en la frente.
-Sí, mami- Dijo algo divertido.
Al entrar en el aula todo fue como ya lo había sido muchas veces. Una rutina repetitiva que él no notaba por ser tan pequeño.
Cuando salió del aula vio a un hombre que le llamaba la atención, este tenía el pelo rubio como los ojos del niño. Era más alto que el resto de la gente. Él pequeño no podía dejar de verlo.
De repente el hombre noto la mirada del niño y se acercó junto con sus gemelos cuyos rostros estaban pálidos como si el miedo les apretara el cuello y los asfixiara.
-Niños saluden- Dijo él hombre con una sonrisa.
-Hola- Dijeron al mismo tiempo, con una voz temerosa.
-Hola, soy Alex ¿Y ustedes?- Dijo el pequeño extendiendo su mano.
-Yo soy Bernard- Dijo el pequeño con guantes.
-Yo Frederick- Parecía más asustado que su hermano, además temblaba.
-Alexander ¿Qué te dije de hablar con extraños?- Dijo Edward alzándolo.
-Perdón, papi- Dijo Alex feliz y lo abrazó.
-Lo siento, no debí hablarle. Fue mi culpa, no lo culpe a él- Dijo apenado- Bueno niños vamos, los espera su madre- Se despidió y desapareció entre la gente.

Los días pasaron como algo más, pero esta vez Alex había hecho amigos. Iba mucho a su casa, jugando por las tardes y a veces durmiendo en las noches. Todo era normal hasta que un día…
-Papi ¡No!- El grito resonó en la casa, sin salir al exterior.
Un tajo profundo, un golpe certero. Una sonrisa escondida y muy dolor.
Su rostro se desfiguro cuando lo tomó de la muñeca y lo sostuvo frente a él. Con un afilado cuchillo tajó su mano.
El piso se llenaba de sangre, de sudor… de lágrimas, pero apenas se notaba porque las puertas y ventanas estaba tapadas con sumo cuidado.
Lo acostó en la cama donde un escurridizo rayo de luz le dejaba ver lo que sucedía. Escuchaba gritos que no entendía por su edad. Veía a sus amigos ser… lastimados y esa fue la primera vez que vio, algo que jamás recordó el nombre, porque su mente bloqueó toda relación… sangre. Se extendía por la cama, por los cuerpos, por el piso.
De repente todo acabó se había desmayado y por ende Leonard despertó. Primero no vio nada porque su vista se nublaba, pero luego el olor lo asustó.
Limpió todo con desesperación, sin saber lo que había hecho. Repitiéndose una y otra vez que no tendría que haberse quedado solo y menos con los niños.
Los baño llorando, los acostó y se encerró en su habitación. Intentó recordar porque es que había sucedido, que pasaba por su mente cuando él hacía esas cosas…
Recordó a Ben y se inyectó, por fin, su calmante.
Al día siguiente to pareció normal, pero Leonard no apareció ¿Cómo podría enfrentar el ver a sus hijos así? ¿Cómo podría soportar que le temieran? ¿Cómo?

Los meses pasaron como si nada estuviera pasando. Nadie se daba cuenta y para Leonard, que cada vez tenía más ataques, todo era como si otro lo hiciera. Porque empeoraba.
Para suerte de Alex su padre se dio cuenta ya que notaba la maldad en la gente, siempre fue su trabajo. Un día mientras estaba en la casa de sus queridos amigos Edward irrumpió llevándose a su hijo diciendo:
-No diré nada, solo no se acerquen más a mi hijo- Y se fue, sin más.
-¿Por qué padre, debo alejarme de mis amigos?- Preguntó el niño entre llantos.
Edward, que tiraba de su muñeca, caminaba furioso.
-Porque desde que estas con ellos volvés a casa lastimado y todo por culpa de su padre, lo que ese hombre hace es muy malo, uno no tiene que lastimar a su familia jamás ¿Oíste?- Él no quería ser de esa forma, pero la vida de la persona que más amaba estaba en un gran riesgo.
Alex miró hacia atrás y pudo ver como sus dos amiguitos lo saludaban con tristeza y lágrimas chorreando por sus mejillas. Levanto su diminuta mano, llena de cortadas profundas, y se despidió para nunca volver.
-Sí, padre- Contesto a la pregunta que hacía rato su tan amado padre había realizado.
De atrás de los pequeños, que ya estaban bastante lejos, apareció Leonard, quien se odiaba por lo sucedido. Sujetó a ambos y se los llevó.
Tuvo miedo, mucho miedo y lloró aún más, pero no por él. Él ya estaba a salvó juntó a su padre. Si no por sus amigos porque aquel hombre no era bueno, para sus ojos y siempre los haría llorar.
Seis años después
Los vio entre los chicos del orfanato, eran altos y rubios como sus ojos, iguales a su padre. Pidió que no en todo…  

Mañana: "El primer amor"
Te amo!!
Mio