Lo mejor del mundo

miércoles, 27 de marzo de 2013

21 O.O aaaahh!!!!!!!!!!!!

Aca esta, la historia de la pequeñita Sam. Me da tanta pena... Era muy feliz, pero si no hago esto no conoce a Alex así que agua y ajo. jajaja
Sí te quedaste con la intriga de porque los mataron.... vas a tener que esperar a la próxima historia de Sam.
jajajaja amo la intriga. jiji Perdón es que si no le dejo esa intriga no tiene mucho sentido.


Como el Rojo de un Vestido (1982)
Historia de Samanta
Eran como las diez de la mañana, las ventanas estaban abiertas de par en par, provocando, así, que la luz bañara la gran habitación.
La niña de casi 10 años que dormía entre las mullidas colchas. Despertó, pegando un gran salto de alegría, ya que ese día era su cumpleaños.
 Una vez lista bajo corriendo las escaleras. Al llegar a la habitación de sus padres, se lanzó sobre la cama, gritando:
-¡Buen día!-
Al sentir húmedo en la cara se levantó un poco y al ver mejor la escena se quedó inmóvil. Ni siquiera las lágrimas salieron…   
Semanas antes:
Caminaba por el parque como de costumbre. Le encantaba ver las rosas que crecían en el jardín, sólo había de un solo color, pero a ella le encantaban. Azul, un azul tan profundo que cualquiera sería atrapado por su inmensidad. De repente.
-¡Mi amor, Samanta!- La voz de su madre la hacía sonreír. Corría entre los rosales rasgando sus medias y ensuciando sus zapatos, pero no le importaba ya que cuanto más rápido llegara a los brazos de su madre, más feliz estaría.
-¡Madre!- Grito antes de lanzase en sus brazos. La mujer rubia de ojos azules rio.
-Jamás cambiaras hija- Apartó un poco a su hija para ver cómo había quedado su ropa -Hija- Dijo entre risas -¿A qué se debe esta pinta?-
La niña se observó con determinación. Estaba muy sucia, hasta su vestido rojo lleno de volantes había quedado marrón. Se sonrojo.
-Lo, lo ciento madre- Miró hacía el piso, apenada, pero enseguida sintió una mano dulce sobre su cabeza. Sonrió.
-Bueno, amor ven que te vestiré. Saldremos un rato- La mujer de rostro perfecto, sonrió.
-Sí, madre- Tomó su mano. Ambas entraron en la casa.
Aquella casa era muy grande, demasiado para sólo tres personas. Sus puertas (como toda casa de esa época) median más de dos metros y estaba llenas de tallados muy elaborados.
Comenzaron a subir las escaleras, las cuales eran de color blanco perla. Luego de atravesar un gran pasillo (lleno de puertas) llegaron a la habitación de la pequeña.
La niña se sentó en su cama ya en lencería.
-Madre, ¿Cuándo podre usar corsé?- Y ella miró a su madre, que estaba revisando el gran armario.
-Aun no mi niña, eres muy joven y te lastimaría- Dijo tranquila y dulce. La pequeña castaña se desilusionó.
La mujer se acercó a ella con un vestido corto (hasta las rodillas) color rojo y un gran moño blanco. Solía usar vestidos rojos así que le pareció muy buen idea. Al estar completamente cambiada se fueron a la plaza. A aquella que le gustaba mucho a Sam, porque una vez hace no mucho tiempo en el centro de esa plaza ella había visto la belleza del mundo.
Cuando llegaron se dirigieron al mercado. Había mucho que comprar hoy vendrían invitados. El mercado estaba repleto de frutas, verduras, leche fresca. Cualquiera que tenga un poco de plata se haría un festín de lo más delicioso.
Las compras duraron lo suficiente como para generar el hambre en las dos, así que volvieron para poder comer algo.
Luego de almorzar, las horas de espera esta que los invitados por fin llegaron fueron casi palpables por la lentitud que prestaron. Las mujeres que cruzaron la puerta principal eran las tías de Sam, las cuales parecían venir por el cumpleaños de la niña. El que sería dentro de dos semanas.
Eran amigables y graciosas, pero no se podían ganar la confianza de Sam, quien no había hablado desde la llegada de las extravagantes señoras. Pasaban todo el día con ellas y las ayudaban en todo.

-Bueno, nena- Dijo la más gorda de las mujeres-Tú cumpleaños será mañana ¿Qué vas a hacer?- La miró atenta, pero Sam solo le devolvió la mirada.
-Esta niña es muda ¿No Caterina?- Dijeron las tías de Sam simultáneamente.
-Sí, he aprendido a entenderla con los años- Dijo Caterina sonriéndole a Sam.
Habían aprendido a ser cómplices de todo, ya que pasaban la mayoría del día solas.
-Hola familia- Dijo el padre de Sam al entrar en la sala de estar. Sam corrió a él y lo abrazo-Hola mi amor ¿Qué tal tú día?- Preguntó con voz melodiosa.
Ella asintió en señal de que había estado todo bien.
Todos se sentaron a la mesa. Una vez terminaron de comer Caterina llevo a acostar a Sam.
-Mamí, no confió en esas mujeres- Dijo mientras su madre le colocaba la piyama.
-¿Por qué desconfías de tus tías?- Preguntó muy serena. No le molestaba en lo absoluto le que su hija le planteaba.
-Porque son muy cuidadosas cuando hablan y siempre ríen nerviosas- Dijo la niña acurrucándose en la cama.
-¿Tú sola notaste todo eso?- Estaba sorprendida por todo la que du hija había descubierto sola.
-Tengan cuidado, mami. No quiero que les hagan daño- Abrazó a su madre y la besó en la mejilla. No pudo evitar despedirse disimuladamente-Te amo mucho mami, que tengas buenas noches ¿Podrías darle muchos besos a papi de mí parte?- Caterina la volvió a recostar y con un beso en la frente le dijo que sí, luego se retiró sin decir palabra. Entendía lo que su hija pensaba, pero se encargaría de que su despedida allá sido en vano.
La niña no podía dormir estaba nerviosa y tenía mucho miedo. Se sentó en la cama pero era en vano no podía escuchar que se hacía abajo y tampoco dormir.
Las horas pasaron y con un poco de esfuerzo la durmieron.

El medio día de su cumpleaños
-¡Señor en la casa había una niña!- Gritó un policía mientras salía de la gran casa con la niña en brazos.
-¿Una niña?- Preguntó un hombre bigotudo-¿Y esta quién es?- Volvió a preguntar, pero esta vez lo hiso al par de gordas mujeres que tenían en el auto.
-Es nuestra sobrina- Contestó la hermana más gorda ya que la otra lloraba a mares.
-¿Dejaron a una niña huérfana? Malditas hijas…- Estaba por maldecir, pero él joven que llevaba a la niña lo interrumpió.
-Sí señor, una niña pequeña- Dijo algo triste.
El comandante serró la puerta con fuerza.
-Me las vigilan- Gritó a los demás policías. Se volteó y al verla se espantó ya que estaba llena de sangre.
Miró al joven junto a ella.
-Vio señor- Resaltó.
-¿Dónde estaba?- Preguntó el comandante.
-En el baño de la habitación de las víctimas- Exclamó.
-Hola nena- Dijo agachándose para verla mejor-Necesitó…- Sam lo interrumpió diciendo sería, pero estaba muy asustada:
-Mi nombre es Samanta Meins, tengo hoy diez años de edad- Respiro profundo y lo miró asustada.
-Muy bien. Vendrás conmigo, te voy a llevar al mejor lugar que conozco- Y le sonrió. Ella no estaba acostumbrada a tratar con extraños, pero ahora todos lo serían, debía cambiar.
Varios kilómetros después llegaron a un gran edificio.
-Aquí es ¿Te gusta?- Preguntó el hombre.
Ella miró atentamente el lugar y sí le agradaba.
-Sí- Contestó cortante.
El comandante la bajo y la llevó adentro del gran palacete. Una señora muy bonita se acercó al verlos entrar.
-¿En que lo puedo ayudar?- Cuando se acercó a ellos noto como estaba Sam-¡Dios mío!- Gritó la monja-¿Qué le ocurrió a esta pequeña, oficial?-
-Hace unos minutos la encontramos en una casa de ricachones, mataron a sus padres- Dijo él.
A Sam le dolió tanto escucharlo que sintió que su corazón se paraba por unos minutos.
-Se quedara aquí, tranquilo yo me encargo de hablar con la madre superiora. Vuelva a su trabajo-Exclamó la mujer tomando a Sam de la mano.
-Muchas gracias. Chau nena- Dijo antes de retirarse.
-¿Tú nombre, pequeña?- Preguntó la señora.
-Samanta- Exclamó sería.
-Bienvenida Samanta- y le dedicó una sonrisa muy cálida

"Un viaje sin olvido" Para mañana, historia de Alex ^^
Te amo mucho onne!! 
Mio

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